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Fragilidad

Marta Colom Sienes • may 04, 2020
Me impresionan mucho los reptiles, en general. Siento un escalofrío al verlos y mi cuerpo se pone en tensión.

Y oh oh, aquí en Canarias hay muchos lagartos, lagartijas, geckos, y otras variedades cuyos nombres desconozco.

Hay una variedad de ellos, más grandes, más tipo lagartos, que viven entre las piedras y matorrales. Cuando tienen sed, se alimentan de los brotes tiernos del huerto y de los frutos maduros, por lo que hay que adaptar las estrategias si queremos comer algo de lo que cultivamos.

Por un lado he llenado el huerto y el jardín de recipientes con agua, para que no lleguen a tener sed y a querer comer los frutos, y también me estoy acostumbrando a coger los tomates cherrys un poco antes de que estén maduros del todo para evitar que los mordisqueen.
Otra variedad de estos seres, más pequeñitos, los geckos, a menudo entran en las casas y viven de los pequeños insectos que cazan. Todavía me sobresalto cuando entro en una habitación y percibo una cola esconderse tras un mueble.

Así que en esas estamos... compartiendo recursos, conociéndonos y familiarizándome con su presencia... e imagino que más les costará acostumbrarse a mi miedo.. soy consciente de que estoy ocupando sus espacios que eran suyos mucho antes que míos!

Esta mañana cuando he ido a vaciar el cubo de la fregona, me he encontrado un pequeño gecko dentro del agua, con la cabecita fuera del agua y agarrado como podía a las paredes del cubo.

Me ha despertado una ternura que no había sentido antes por estos seres. El miedo y rechazo se quedaron fuera de mí y el instinto y deseo de ayudarle ocupaba todo mi espacio.

Este pequeñín me ha dado la oportunidad de sacarlo del cubo, despacio. De bañarlo con agua limpia para quitarle los restos de jabón que pudiera tener el cuerpo, de buscarle un lugar para que descansara.

Verlo ahí quieto, a merced de mis cuidados, necesitando ayuda para vivir, me ayudó a conectar con la compasión y el amor más grande que he podido sentir hasta ahora por un reptil.

Hoy llueve mucho afuera, y para que su temperatura corporal no baje demasiado, le hemos preparado un rincón con piedras en una esquina de la casa para que pudiera recuperarse.
Al ratito hemos visto como salía y emprendía su viaje por el interior de las vigas de madera del techo de casa.

Me siento reconfortada después de este pequeño gran encuentro con este Ser que me ha enseñado tanto. Mis manos temblorosas acariciando su cuerpo diminuto y frágil. Mi vulnerabilidad y la suya encontradas en un instante.

He experimentado y sentido con una claridad preciosa, que si estoy en el momento presente y observo las cualidades que se despliegan en mí, sin entrar en los pensamientos o sentimientos del pasado, sin interpretaciones o juicios, la compasión se hace presente.

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