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Vulnerabilidad

Marta Colom Sienes • may 12, 2021
En la última sesión que tuve con una persona a la que acompaño emocionalmente, me contó algo que le había sucedido, que me gustaría compartir con vosotrxs, con su permiso explícito para hacerlo.

Vamos a poner que se llama Ana. Ana es profesora, trabaja con adolescentes en un centro educativo.

Una de sus alumnas estaba mostrando un rendimiento en el curso inferior al que a ella le gustaría. Está en juego que pueda pasar de curso o no, por lo que decidió hablar con ella al finalizar una clase.

Ana le expresó a la alumna durante un rato su enfado con respecto a su falta de actitud y su bajo rendimiento. Como Ana dice “le hablé muy fuerte, fui dura con ella”.

La alumna escuchándola se echó a llorar, afectada por la conversación. Ana se sintió incómoda, pero escuchó una voz interna que le decía “por mucho que llores no me voy a ablandar”, y continuó hablándole de su actitud negativa durante el curso y de lo difícil que tenía poder pasar de curso si continuaba así.

Esa tarde, al llegar a casa, Ana estaba incómoda, y se preguntaba por qué había sido tan dura con aquella alumna. Dejó sentirse la tristeza y el dolor por lo que había sucedido en la mañana, comprendiendo muchas cosas de la conversación. Entonces se dio cuenta de que quería tener un nuevo encuentro con ella, para elegir hablarle desde otro lugar.

Al día siguiente, pidió de nuevo a la alumna un momento para hablar, con el fin de pedirle disculpas por la forma en que se había dirigido a ella el día anterior.

Ana conectó con su vulnerabilidad y rompió a llorar mientras le expresaba a su alumna su frustración y dolor con la forma en que le había hablado. La joven se acercó, y abrazó a la profesora, expresándole que la entendía.

Escribo esta historia unos días después de haberla escuchado en voz de su protagonista, y todavía me emociono.

Recuerdo de mi niñez y adolescencia muchos encuentros con profesores y profesoras, en los que recibí esa primera conversación. Recuerdo la sensación de que algo se rompía adentro. La sensación de estar haciendo algo “mal”, de que no era querida o valorada, de que no valía lo suficiente.

La segunda conversación no tuve la oportunidad de vivirla, es por eso que quizás ha sido para mí tan inspirador y sanador conocerla ahora desde este lado de persona que acompaña a otrxs, sabiendo que es posible y que ya está sucediendo.

Podemos dejar a un lado las jerarquías profesorado-alumnado, podemos vernos como seres que estamos viviendo lo mismo, que necesitamos lo mismo, y que nos une la misma fuerza de querer lo mejor para unx mismx y para lxs demás.

Como seres humanos podemos elegir cómo queremos vivir cada situación que la vida nos pone delante. ¿Elegimos tener la razón? o ¿Elegimos conectar con nuestro corazón, y con ese otro corazón que tenemos enfrente?

Gracias Ana por confiar en la vida a través de ti, y por dejarme compartir esta historia.

Continuará…
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